lunes, 9 de marzo de 2009

Para no dormir

Dejó que las hojas cayeran, que las lluvias pasaran y las nieves inundaran las calles... Observó como el cielo perdia el color y la gran esfera abrasadora desaparecia. Hizo todo esto con melancolía pero entusiasmo. Ganas de descubrir algo nuevo, lo que vendría después de toda esa marea. Mientras tanto le conoció a él. Sin apenas mediar palabra se enamoró. O eso creía. La cuidaba y la hacía volar. La había devuelto las ganas de sonrerir, de creer que algo podía salir bien. Pero aun así, no sabía porque extraña razón seguía añorando su primavera. Los árboles llenos de hojas y frutos, el sol brillante en el cielo cian y los párajos revoloteando cual mariposa en su estómago cuando le veía. No lo sabía. Había intentado todo tipo de cosas para sacarle de su cabeza. Se había mudado a mil millas de él, le había borrado de su vida, pero no conseguía sacarle de su corazón. Algo se le había quedado clavado. Una espina que no podía arrancar. Una herida que ya no sangraba pero no llegaba a cicatrizar del todo. Ahora solo podía esperar. Aguantar que el invierno pasara. Que las lluvias terminaran del todo, y el cielo gris diera paso a algún color más alegre. Después vendría otra primavera. Desde hacía tres las había pasado a su lado. No sabía como sería esta. De momento prefería ni pensarlo. Estaba claro que la iba a pasar con él, ya fuera disfrutando de su compañía o echándole de menos en la distancia.

No hay comentarios: